3 grandes errores (que son uno solo) de guionista multimillonario británico que casi seguro que tú también cometes cuando escribes para vender

El primer capi de la nueva temporada de Black Mirror ha sido… meh.

Y mira que es una meta-meta-meta historia, y a mi esas cosas me flipan.

(Solo tienes que ver mi web)

Pero aquí es cuando te suelto el discurso purista de los fans veteranos de Black Mirror, los que empezamos a ver la serie descargada de internet y con subtítulos guarros (o sin ellos) allá por el 2011, en la era pre-streaming y pre-netflix, cuando solo se emitía en un canal británico y las temporadas eran de apenas 3 o 4 episodios que te dejaban salivando porque habías flipado con lo que habías visto y ya no olías otros 3 o 4 episodios hasta dentro de un año.

Y es que hay cierta esencia que… no está.

Se nota en el ambiente que a Charlie Brooker ahora le preocupa agradar:

 

  • A sus nuevos jefes de Streamberry Netflix.
  • A una audiencia más casual, la que descubrió la serie cuando la compró Netflix, se la tragó del tirón una vez, y desde entonces pueden fardar con su cuñado a la hora de recomendar series “mind-blowing”.
  • A la cultura rosa yanqui. Joder, si es que algo que molaba de la Black Mirror original era que “no olía a Hollywood”. Y ahora van y me meten guiños de Salma Hayek o George Clooney que no entiendo un carajo y que me la sudan. Es que no necesitaban haber hecho el episodio con una actriz famosa interpretándose a sí misma. Impacta más con actores desconocidos. O si metes a una actriz famosa, que sea para hacer algo como el capítulo de «Caída en picado» de la temporada 3 con Bryce Dallas Howard.
  • A los propios actores famosos con los que trabaja o para los que escribe con sus papeles en mente. Encima la mitad de los grandes nombres que se habían anunciado son actores que aparecen 5 min en el primer capítulo y ya no saldrán más.
  • A los fans de esos actores.
  • Y más.

 

Y sin aún no has pillado lo del asunto de este email, te lo aclaro ahora:

Mucha de la gente que escribe para vender… en realidad escribe para agradar.

 

  • A la plataforma en la que publica contenido.
  • A sus «compis» de profesión (o sea, date una vuelta por KinderIn y flipa).
  • A su audiencia, no se vayan a molestar y no les compren.
  • A X comunidad de emprendedores en la que participan.
  • A sus competidores directos. (Esto ya es la bomba).
  • A X gurú que esté considerado un «Dios» en su nicho. Un «Dios» al que no hay que contradecir ni rechistar.
  • A los fans y clientes de ese gurú.
  • A sus mentores. Sí, con esto también hay que tener cuidado. Una cosa es aprender de alguien y otra cosa es después escribir para «agradar» a ese alguien.
  • ¡A sus haters!

 

Es muy fácil caer en la búsqueda de las palmaditas en la espalda. 

Pero muy, muy fácil.

Cuesta años y años y años ser consciente de las «capas de agrado» de las que está impregnado tu copy… y eliminarlas. 

Además cuando crees que no hay más… es simplemente que no eres consciente aún. Pero créeme, hay más. 

Y no, así ni estás haciendo marketing directo ni estás construyendo una marca.

Ninguna de las dos.

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