Oh, los titulares.
Puedes saber cómo de novato es un vendedor rascatecler si no te deja de dar el coñazo con los titulares.
Si saca a relucir la cita de <inserta copywriter de la vieja escuela> en la que dice que «la función del titular es hacer que se lea la siguiente frase». «Y la función de la siguiente frase es que se lea la siguiente».
Muy romántico.
O la cita de Ogilvy de:
«El titular es el 80% (el porcentaje varía según quién cuente la historia) del éxito de la carta de ventas».
O la de «debes pasarte el 90% de tu tiempo pensando en un gran titular», y el 20% el resto.
Yap. Sí sí. Eso está muy bien.
Viniendo de un mundo analógico que ya no existe, quicir.
Viviendo en un mundo en el que la gente saca contenidos en papel para diferenciarse en el formato, no por otra cosa. No por todo lo que aman el papel. No por que se aprenda mucho más en papel y es que sean de preocuparse mucho por la experiencia del cliente.
Ay amigo.
La atención del mundo cryptodigital y generativamente artificial en el que vivimos hoy está mucho, mucho más cara.
Y es mucho, mucho más efímera.
Como eterno estudiante de esta maravilla que es la venta de respuesta directa no te diré que no me resulta autorrealizador ponerme mis gafas de pasta y analizar las chorrocientas fórmulas para crear titulares supuestamente rompedores e infalibles.
Pero, la verdad, si me gustan los «Sticky Headlines» es porque son los más socorridos, polivalentes y efectivos.
No son los más románticos.
No son los que más palmaditas en la espalda de tus amiguis de KinderIn te dejan.
Pero cumplen su función y la cumplen bien.
Para enterarte de esta (y otras tantas) flipadas:
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