Asqueroso pero eficaz

A veces me vienen flashes de mi época en el instituto.

Allí pasaba mucho tiempo en la cafetería (como no).

Hacían unos bocadillos para chuparse los dedos.

Era otra época, además.

No te ponían un pitufo, o una viena de estas que cada año parece que las hagan más pequeñas mientras suben el precio.

Te ponían como media barra de pan de las grandes.

A la plancha. 

Consistentes.

Calientes.

El bocadillo de bacón y queso con mayonesa era especialmente codiciado.

Y claro, como eran tan grandes, tus amigos / compañeros / conocidos intentaban parasitar tu bocadillo.

Si eras el único que se pedía uno y te acercabas a la mesa donde estaban todos… fijo que había alguien que te decía:

 

— «¿Me das un bocao?»

 

Y cuando ya habías hecho demasiadas veces el chiste de darle un bocao en el brazo… no te quedaba otra que compartir un trozo de bocadillo.

Si te negabas eras etiquetado automáticamente como «un rata» y te arriesgabas a que la chica que te gustase viese mal tu falta de «generosidad».

Pero dentro del variopinto grupo con el que yo pasaba el rato… estaba «El Contreras».

Apodado así por su apellido.

El Contreras tenía una peculiaridad (bueno, varias, pero esta era la más evidente):

Manejaba una boca del tamaño de una alcantarilla.

O sea, era alucinante.

Qué perímetro macho.

Y también tenía más lengua que un camaleón.

Vaya boca de metro, colega.

Inolvidable.

Pero El Contreras tenía otra cosa:

Era más listo que el hambre, nunca mejor dicho.

Como sabía que la gente parasitaba bocadillos hacía lo siguiente:

 

1) Pedía y compraba el bocadillo.

2) Se lo traía a la mesa y lo enseñaba, delante de todos.

3) Le quitaba el papel de aluminio que lo envolvía…

4) Y le pegaba un lametazo con la lengua, recorriendo el bocadillo de arriba a abajo.

 

¿Guarro?

Puede ser.

¿Rata?

Lo ves, es que no falla, si te niegas a compartir bocadillo, siempre habrá quién te acuse de rata… cuando quizá es más rata el que nunca se compra un bocadillo y parasita el de los demás.

¿Sutil?

Sí y no a la vez.

¿Una idea radical que evita al 100% el resultado no-deseado?

Puedes apostar por ello.

Ya nunca nadie le pidió un bocado.

¿Y por qué te cuento esta asquerosa historia que ahora quizá se quede para siempre incrustada en tu subconsciente?

Porque cuando vendes con tus defectos…

… incluso si uno de ellos es ser un BOCAZAS.

Eso es lo que consigues.

Que casi nadie quiera copiarte porque es como si tu copy, tus emails, tus textos de venta estuviesen impregnados de tu asqueroso lametazo.

Y los que si que se te atrevan a imitarte y/o plagiarte…

(que sí, que los habrá, porque no falla)

… apestarán a ti.

Y eso es bueno.

Casi tan bueno como estaba aquel maldito bocadillo que vendía la cafetería de mi instituto.

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