Algo que me fascina es:
Conocer de repente a un artista que me encanta y descubrir que…
LLEVA AÑOS MUERTO.
A veces décadas.
A veces incluso que murió antes de yo nacer.
O sea, es una putada.
Resulta que te encanta lo que hace y ahora sabes que ya no podrá hacerlo más.
(No al menos sin Inteligencia Artificial)
Pero el concepto en sí mismo es alucinante cuando lo piensas.
El trabajo de alguien está influyéndote, inspirándote, motivándote, deleitándote, conviertiéndote mucho tiempo después de que expulsase su última bocanada de aire.
Y la curiosidad se dispara.
Por ejemplo a mi me encanta la historia de Kurt Cobain, como ya sabes si llevas un tiempo por aquí.
Cuando descubrí a Nirvana, Kurt ya se había volado la tapa de los sesos.
Y desde entonces he sido simpatizante de un grupo que lleva disuelto casi 30 años.
Hoy he visto un video en el que su hija (que ahora es 4 años mayor que su padre cuando murió) visitaba un museo con cosas de Nirvana.
O sea, eso tiene que impresionar (sobre todo cuando no tienes recuerdos en primera persona de tu padre y te has criado sabiendo que es una leyenda de la música)
Había figuras raras.
Dibujos raros.
La rebeca rara que llevaba en el Unplugged.
Y más.
La guitarra del videoclip de Smells Like.
Guitarras que aún funcionaban.
Guitarras que había destrozado a golpes en el escenario y que apenas eran un amasijo de madera deforme.
Sin embargo, el valor de ese montón de madera reventada que más o menos tiene forma de guitarra es de muchos miles de dólares.
¿No es fascinante?
Si tú revientas una Fender y la cuelgas en wallapop tienes suerte si la vendes por 10 pavos y van a recogerla a tu casa.
Si Kurt Cobain revienta una Fender y se suicida…
+30 años después ese montón de chatarra vale más que uno de esos Lambos que la gente alquila para grabar el anuncio de su webinar delante de él.
Por eso también es fascinante ser capaz de usar ese poder en tus textos sin ser una estrella de rock.
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