Acabo de escribir un email que ha empezado siendo «anecdótico», pero que he acabado desarrollando hasta el punto de que lo he tenido que dejar en borrador a la espera de qué hacer con la info.
¿El motivo?
Que no me da la gana publicarlo gratis.
No porque babee por obtener tu sucio dinero (que también, aunque sin las babas y sin lo sucio) sino porque lo que quiero con respuestadirecta.® es darte ideas, conocimientos y conceptos que se queden clavados en tu cabeza hasta que no te quede más remedio que hacer algo con ellos, aunque solo sea interiorizarlos inconscientemente.
Y por definición, cuesta mucho conseguir eso con contenido casual y gratuito.
Cuando es gratuito y casual a ti te entra por un ojo y te sale por el otro.
Y si yo voy a preparar un texto tan afilado como para okupar mentes… pues quiero invertir mi tiempo y ver un retorno.
Además sé que eso aumenta mucho las posibilidades de que tú inviertas tu dinero y también lo veas (el retonno).
Si es que eres un verdadero enfermo de la venta directa por escrito, claro.
En resumen:
Que voy a ir acabando porque al final este email ha empezado casual y está desarrollándose a un punto en el que también voy a tener que cobrar por él.
¿Lo bueno?
Que cada vez que esto me pasa se dibuja en las paredes de mi mente, cual capilla sixtina, una idea de producto.
Y hoy he tenido una pequeña visión más a la que le tengo que dar vueltas.
Podría ser la refinitiva.
Sip.
Bienvenido a mi juerga de viernes noche, je.
¿Beneficio para ti aquí y ahora?
Que si quieres que este tipo de epifanías te ocurran a ti mientras generas contenido tienes que escribir mucho.
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