¿Metes risas enlatadas en tus emails?

No me refiero a «jajaja», «ajaja», o «jejeje». 

Es otra cosa. 

Resulta que las risas enlatadas no surgieron en las sitcoms como un hack para hacer el producto más divertido. 

Fueron una solución técnica a otro problema: 

Las risas del público. 

Las sitcoms hace décadas se grababan en un plató con público en directo. 

Público que reaccionaba en tiempo real ante la historia y el humor. 

La idea era usar esa risa en directo como potenciador del humor, sí. 

Y grabar del tirón con ese «feedback». 

Pero había un problema… 

Las risas eran inconsistentes. 

No todo el mundo se reía igual ante un gag. 

Ni durante el mismo tiempo. 

Ni desde el mismo lugar del escenario. 

Ni con la misma intensidad. 

Ni con una risa «no-molesta». 

Es decir, a lo mejor se hacía un gag y la gente se reía durante más tiempo del necesario. 

De forma que las risas «pisaban» la siguiente escena y diálogos. 

Y eso hacía más complicada la edición en un mundo sin Audacity, Final Cut Pro, IA, ni ordenadores de bolsillo varios millones de veces más potentes que el que nos llevó a la Luna (o al rodaje del alunizaje firmado por Kubrick). 

Entonces un técnico de sonido espabilado tuvo una idea: 

Crear la «Máquina de las Risas». 

Que era como una Jukebox de risas pre-grabadas de otros shows. 

Tú pulsabas una tecla y se reía alguien que alguna vez se rio en X sitcom. 

Pulsabas 17 teclas y se reía un grupo de gente. 

Y de esta forma podías controlar: 

Tipo de risa.

Risas más jóvenes, más mayores.

Unas risas de exactamente 3 segundos.

Una breve carcajada de 1 segundo.

Risas de 7 segundos. 

Según lo necesitaba la escena. 

Desde entonces todas las sitcoms usaron esa máquina de risas… 

(y aquel técnico de sonido la patentó y se forró, por cierto) 

… hasta que llegaron series como «The Office» y la gente se dio cuenta de que es más divertido reírte cuando tú quieres y no cuando te lo dicen. 

Parece ser que la última gran sitcom que ha usado risas enlatadas ha sido «The Big Bang Theory». 

Y ahora esa práctica está casi extinta. 

Por suerte. 

¿Que qué hay de tus emails, dices? 

Si crees que las risas enlatadas no afectan a tus emails… think again. 

Cuando no utilizas tu propio humor de forma genuina metes risas enlatadas. 

Cuando los chascarrillos no son tuyos metes risas en lata. 

Cuando buscas el chiste fácil. 

Cuando ni siquiera tú mismo te haces gracia. 

O lo que es aún peor… 

Cuando tu marca no es más que una risa enlatada pre-grabada de otro «show». 

No sé si me entiendes, guiño guiño codazo. 

Hay formas de evitar eso, por suerte. 

Una puede ser escribir más de 1.000 emails casi seguidos. 

Eso te acaba esculpiendo como un Miguel Ángel. 

Pero hay gente por ahí que debe rondar eso y todavía está más enlatada que unos pepinillos. 

Otra forma es… 

Cuando te ríes de ti mismo.