A finales de Julio, como casi todas las semanas, pasamos por la «Panadería Superventas».
Descubrimos que tenían producto nuevo:
Tarta de Queso
— «Póngame dos,» le dije literalmente.
¿Resultado?
Jo-der.
La mejor tarta de queso que recuerdo haber comido en mi vida.
Pero no me hagas mucho caso porque la memoria asociada al paladar es perezosa.
Casi siempre lo más reciente que pruebas es «mejor» que lo anterior.
¿A que sí?
Pero vaya, que aquello estaba impresionante y la tarta de queso pesaba medio kilo.
Me fijé entonces en la supervendedora que trabaja allí.
Lo que estaba habiendo era decirle a los clientes:
— «Eh, que en Agosto nos vamos de vacaciones, pero abrimos el lunes (31 de Julio), ¡por si queréis pillar pan para todo el mes y dejarlo en el congelador!»
Qué crack, colega.
Qué crack.
Poco más que contar.
Que en lo sencillo está la tarta.
Quicir… en lo sencillo está lo más apetitoso.
No, quicir… en lo sencillo está el poder…
… Del queso.
Nah, mira, hoy estoy espeso.